Había una vez un niño que estaba escribiendo una carta de amor que decía así:
María, en el desayuno no como, porque pienso en ti.
María, al almuerzo no como, porque pienso en ti.
María, en la cena no meriendo, porque pienso en ti.
María, en la noche no duermo, porque estoy muerto de hambre.
miércoles, 28 de abril de 2010
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